Sunday, October 28, 2012

La magia de los número en Cien años de soledad y Las Mil y una Noches.

La magia de los números

 

Un elemento característico tanto de Cien años de soledad como de Las mil y una noches, es el uso simbólico y a menudo hermético de los números. En ambas obras hay un espíritu de exac¬titud que a menudo lleva al narrador a proporcionar datos numéri¬cos exactos sobre determinados acontecimientos. El caso más evi¬dente se refiere al título de las obras, especialmente cuando consideramos que sendos títulos no son dictados por un cómputo exacto inherente al discurso narrativo, sino por una percepción transliteraria de dicha cifra. El período narrado por García Márquez sobrepasa en mucho los cien años, pero el autor optó por una cifra cerrada por razones estéticas y estilísticas. La divi¬sión en noches sugeridas por el título de Galland es tam¬bién una división hasta cierto punto arbitraria, que tiene que ver más con la concepción mágica de la obra, que con la estruc¬tura discursiva en sí.

Los ejemplos textuales de la relación numérica son abundan¬tes en ambas obras. Uno de los más reconocidos en Cien años de soledad es el que se refiere a las lluvias: "Llovió cuatro años, once meses y dos días."(388) El dato exacto y la precisión mate¬mática aportan un sentido de verosimilitud a la obra, demostrando que el narrador está en control de la situación, pero al mismo tiempo proporciona una nota irónica por la desproporción del dato en sí. Este mismo efecto se puede ver en relación al número de muertos en la masacre de la compañía bananera. Al principio José Arcadio Segundo no estaba muy seguro del número de muertos: "De¬bían ser como tres mil..."(381) le dijo a la mujer que le había dado café. Cuando Aureliano Segundo quitó el candado buscando a alguien con quien conversar mientras pasaba la lluvia, José Arca¬dio Segundo lo recibió con una afirmación: "Eran más de tres mil... Ahora estoy seguro que eran todos los que estaban en la estación."(387) Finalmente, un nueve de agosto, momentos antes de morir, José Arcadio Segundo le dijo a Aureliano Babilonia: "Acuérdate siempre de que eran más de tres mil y que los echaron al mar."(427) La importancia del dato numérico se ve en Cien años de soledad desde la primera página: "Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava..."(71) Y más adelante el narrador nos dirá: "En pocos años Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes."(80) Otro dato de este estilo puede encontrarse en la relación de la travesía que termi¬nó con la fundación de Macondo.

"En su juventud, él y sus hom¬bres, con mujeres y niños y ani¬males y toda clase de ense¬res do¬més¬ti¬cos, atra¬vesa¬ron la sie¬rra bus¬cando una sali¬da al mar, y al cabo de vein¬ti¬séis meses de¬sis¬tie¬ron de la empr-esa y fun¬daron Ma¬condo para no tener que empr¬ender el cami¬no de regr¬eso.¬"(82)

Durante la travesía nació José Arcadio:

"A los catorce meses, con el estómago estragado por la carne de mico y el caldo de culebras, Ursula dio a luz un hijo con todas las partes humanas."(96)

El número de los fundadores de Macondo lo sabremos la noche de la inaguración de la nueva casa, cuando después de que Melquíades compuso la pianola lo mejor que pudo, nos dice el narrador:

"los porfiados descendientes de los veintiún intrépidos que desentrañaron la sierra buscando el mar por el occiden¬te, eludieron los escollos del trastrueque meló¬dico, y el baile se prolongó hasta el amanecer."(139)



En manera análoga, el día de su muerte, el hilo de sangre que le salió del oído derecho llegó a la cocina, después de rocorrer medio pueblo, "donde Ursula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan."(209) Otro ejemplo memorable lo proporciona la descripción del coronel Aureliano Buendía al principio de la sección seis:

"El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo dieci¬siete hijos varones con diecisiete mujeres distin¬tas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola no¬che, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y un pelotón de fusilamiento..."(179)

Un poco más adelante el narrador va a desmentir este dato cuando una mujer muy bella lo visita en su campamento de Tucurinca con la intención de matarlo. El coronel Aureliano Buendía presiente el peligro y toma la pistola que estaba en la gaveta:

"Cuando se volvió con la pistola montada, la muchacha había bajado la suya y no sabía que hacer. Así había logrado eludir cuatro de once emboscadas."(202)

Al igual que su padre cuando inició la travesía de la sierra, el coronel Aureliano Buendía había salido de Macondo con veintiún hombres:

"De los veintiún hombres que lo siguieron en la guerra, catorce murieron en combate, seis estaban heridos, y sólo uno lo acompañaba en la hora de la derrota final: el coronel Gerineldo Márquez."(198)

Otro ejemplo de la forma en que el narrador usa el dato numérico lo vemos cuando al firmar el armisticio de Neerlandia llega el tesorero de la revolución:

"Había hecho un penoso viaje de seis días, arrastrando la mula muerta de hambre, para llegar a tiempo al ar¬misticio. Con una parsimonia exasperante descargó los baúles, los abrió, y fue poniendo en la mesa, uno por uno, setenta y dos ladrillos de oro."(254)

En la historia del San José de yeso podemos encontrar otros datos interesantes. Después de que se despedazó en el suelo des¬cubriendo el capital que tenía en su interior empezaron las ave¬riguaciones:

"«Lo trajeron tres hombres», explicó Amaranta... En los últimos tiempos, Ursula le había puesto velas y se había postrado ante él, sin sospechar que en lugar de un santo estaba adorando casi doscientos kilogramos de oro... Escupió el espectacular montón de monedas, lo metió en tres sacos de lona, y lo enterró en un lugar secreto..."(270)

Algunos números aparecerán relacionados con Fernanda. Se casó "en una fragosa parranda de veinte días,"(279) aunque no fuera su estilo. "Había nacido y crecido a mil kilómetros del mar... [donde] Treinta y dos campanarios tocaban a muerto a las seis de la tarde."(282) Y debido a una serie de impedimentos "su anuario útil quedaba reducido a 42 días desperdigados en una maraña de cruces moradas."(285)

La competencia de comida entre La Elefanta y Aureliano Se¬gundo le da la oportunidad al narrador para echar mano una vez más de este tipo de enumeración:

"Al despertar, se bebió cada uno el jugo de cincuenta naranjas, ocho litros de café y treinta huevos crudos. Al segundo amanecer, después de muchas horas sin dormir y habiendo despachado dos cerdos, un racimo de plátano y cuatro cajas de champaña..."(332)

La longevidad de algunos personajes es un elemento definidor en Cien años de soledad, y con este elemento aparecerá también el dato numérico, similar a los que he mencionado con anterioridad. "Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años..."(127) Con referencia a Ursula, el día en que la encontraron muerta, dice el narrador:

"La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años."(416)

El último ejemplo lo ofrece Pilar Ternera, donde los cinco amigos fueron después de que Alvaro llegó con la noticia de El Niño de Oro:

"...un inmenso salón al aire libre, por donde se pasea¬ban a voluntad no menos de doscientos alcaravanes que daban la hora con un cacareo ensordecedor."(468)

Su administradora y propietaria, Pilar Ternera, era tan vieja que:

"Años antes, cuando cumplió los ciento cua¬re¬nta y cin¬co, había renunciado a la perniciosa costum¬bre de lle¬var la cuenta de su edad..."(469)

La hora del día también va a jugar un papel importante en Cien años de soledad y confirma la incidencia del narrador en el dato numérico. Véase por ejemplo la noticia sobre el nacimiento de Amaranta: "Un jueves de enero, a las dos de la madrugada, nació Amaranta."(103) Gran parte de las referencias a Melquíades están marcadas por el mediodía, pero en general las referencias cronológicas de Cien años de soledad son más bien ambiguas e imprecisas.

En Las mil y una noches se encuentra este sentido mágico, casi sagrado, de los números. En la "Historia del tercer saalik" por ejemplo, encontramos la descripción del castillo al que lle¬gó:

"La puerta principal, de oro macizo, tenía a ambos lados¬ noventa y nueve puertas de maderas preciosas, de áloe y de sán¬da¬lo... En cuanto llegué a la habitación me en¬contré frente a cua¬renta muchachas de sorprendente belleza."(I: 139)

En la "Historia de Dulce amiga" se describe el Palacio de las Delicias diciendo: "Todo el edificio lo formaba un inmenso salón con ochenta ventanas..."(I: 280) Harún-Al-Raschild y su acompa¬ñante, en la "Historia del falso califa", vieron en la barca que navegaba en el Tigris "doscientos mamelucos de pie, alineados a ambos lados del barco..."(II: 795) En la "Historia del pastel hilado con miel de abejas y de la esposa calamitosa del zapatero remendón", Maruf, provisto del anillo mágico "...vio aparecer al instante doce mancebos muy hermosos..." y más adelante: "Al mo¬mento aparecieron ante Maruf los mil camellos y mulas cargados con los objetos indicados..."(II: 449) En la "Historia del joven amarillo" Harún-Al-Raschid llegó a un palacio donde en la sala "se encontraban sentadas cien muchachas en cien sillas de oro..."(II: 465) Los ejemplos del uso de este tipo de informa¬ción numérica abundan en Las mil y una noches, y considero inne¬cesario multiplicar las citas. Es fundamental, sin embargo, en¬tender que este tipo de recurso estilístico, común también a la literatura folclórica y popular, juega un papel primordial en la composición de la estructura narrativa. Como se puede obser¬var en ambas obras, el dato numérico sirve para establecer cierto grado de objetividad y verosimilitud, afirmando de esta manera, la "realidad" de la historia. Por otro lado se puede ver el valor estético de este tipo de información que le imprime a la narra¬ción un sentido de desmesura, que a su vez revela la exis¬tencia de un mundo fantástico, superior en sus dimensiones al mundo cotidiano.

Sunday, October 14, 2012

Las Mil y una noches y Cien años de soledad (parte II)

1.2. Los árabes en Cien años de soledad.


En Cien años de soledad los árabes o turcos (en Latinoamé¬rica los dos términos se emplean como sinónimos) juegan un papel importante y la calle de los turcos será un espacio clave de la novela que sufrirá los cambios y transformaciones que afectan al resto del pueblo. En el primer párrafo de la tercera sección leemos:

"Macondo estaba transformado. Las gentes que llegaron con Ursula divulgaron la buena calidad de su suelo y su posición privilegiada con respecto a la ciénaga, de modo que la escueta aldea de otro tiempo se convirtió muy pronto en un pueblo activo, con tiendas y talleres de artesa¬nía, y una ruta de comercio per¬manente por donde llegaron los primeros árabes de pantuflas y argo¬llas en las orejas, cambiando collares de vidrio por guacama¬yas."(112-113)

Los árabes representan en la novela el mundo del trueque y el comercio, y en ese sentido son los portadores de una forma fundamental de la organización social. Con la llegada de los turcos a Macondo se introduce el concepto mercantil y las estruc¬turas de la organización social capitalista, los objetos adquie¬ren un valor de cambio intrínseco y aparece el concepto de la plusvalía. Su influencia será definitiva en la novela, ya que preconiza la llegada de otras formas del comercio, tales como las matronas de Francia y la compañía bananera. En otro nivel de lectura la llegada de los árabes y su comercio también alude a la llegada de los españoles al nuevo mundo, cambiando baratijas y espejos por piezas de oro y animales. De cualquier manera que se lea este pasaje, la llegada de este grupo étnico imprime una dirección nueva a la vida social y cultural de Macondo. A partir de este hecho podemos inferir que como parte del bagaje cultural de estos inmigrantes, llegó también a Macondo una tradición na¬rrativa íntimamente relacionada a los ciclos de Las mil y una noches.



2. Análisis meta-textual.

2.1. El determinismo

El principal punto de contacto entre Cien años de soledad y Las mil y una noches es sin duda la concepción inherente sobre el destino humano. En la cultura árabe el destino es algo prede¬ter¬minado, Alá el Supremo, el más sabio, el más fuerte, el más pru¬dente y caritativo, sabe de antemano el resultado de todos nues¬tras acciones, todo está escrito ya en el libro de Alá, y el lenguaje y la literatura árabe se encargan de recordárnoslo a cada momento. En la "Historia de Alí-Ben-Bekar y la bella Sham¬sennahar", el joyero Amín le dice a su vecino:

"¡Oh, Abalhassan-Ben-Taher, prudente y sabio varón! ¡Qué buena idea tuviste al marcharte a Basora! ¡Pero lo que está es¬crito ha de ocurrir!"(I: 406)

Poco después, cuando el califa se ha dado cuenta del engaño de los dos amantes, Amín le pide al príncipe Alí que se marchen de la ciudad, en ese momento la narradora agrega:

"Pero todo lo que está escrito debe cumplirse: ¡el destino se realiza bajo un cielo u otro!"(I: 415).

En otra historia bellísima: "Las aventuras de Hassán-Al-Bassri", Hassán camina al lado de un lago, vencido e incapaz de hacer nada para salvar a su amada, cuando acuden a su memoria los siguientes versos:

"¡Cuando sólo eras un germen en el seno de tu madre, formé tu destino según mi Justicia, y lo orienté en el sentido de mi Visión!

Deja pues, oh criatura, que sigan su curso los acon¬tecimientos: no debes oponerte a ellos.

¡Si la adversidad se cierne sobre tu cabeza, deja al des¬tino que cuide de desviarla!" (II: 118)

Esta forma de concebir el destino como algo pre-establecido también está patente en Cien años de soledad e informa la estruc¬tura interna de la novela. En Cien años de soledad todo es cau¬sal, nada está sujeto al azar. Como dice el narrador en el últi¬mo párrafo de la novela:

"Sólo entonces descubrió que Amaranta Ursula no era su hermana, sino su tía, y que Francis Drake había asalta¬do a Riohacha solamente para que ellos pudieran buscar¬se por los laberintos más intrin¬cados de la sangre, hasta engendrar el animal mitológi¬co que había de poner término a la estir¬pe."(492)

En Cien años de soledad hay un destino que es anterior a los hechos y por supuesto, anterior a la narración de los hechos. Este destino atemporal está cifrado en la estructura temporal de los manuscritos de Melquíades:

"La protección final, que Aurelia¬no empezaba a vislum¬brar cuando se dejó confundir por el amor de Amaranta Ursula, radicaba en que Melquíades no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que concen¬tró un siglo de episo¬dios cotidianos, de modo que todos coexis¬tieran en un instante."(491)

Esta concepción pre-determinista del mundo conforma la acti¬tud del narrador de Cien años de soledad, cuya secuencia narrati¬va se basa en el acuerdo tácito de que las cosas que han de suce¬der, sucederán, y que la narración no es más que la suspensión temporal de dichas acciones. Esta actitud está cifrada en la primera frase de la novela:

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamien¬to, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."(71)

El sentimiento de predestinación, la fatalidad y la impotencia ante el futuro que trasluce esta frase, estará presente a todo lo largo de la novela, dominando cada instancia de la historia y guiando el hilo de la trama hasta llegar al último de la estirpe. La predestinación ha sido uno de los grandes temas de muchos sistemas filosóficos y religiosos. La tradición judeo-cristiana se ha mante¬nido en continua disputa entre el concepto de libre albedrío y la predestinación, pero la filosofía escolástica da preferencia a la primera. El budismo enseña que en esta vida estamos pagando las culpas de existencias anteriores, al mismo tiempo que estamos labrando el destino de futuras reencarnacio¬nes, por tanto el sino de cualquier existen¬cia determinada ya ha sido decidido de ante-mano. La literatura está llena de ejemplos que tratan este tema desde muy diversos puntos de vista, pero la fuerza y obstinación con que el determinismo rige las acciones de Cien años de sole¬dad, emparenta esta obra, sin lugar a dudas, con la teología islámica.



2.2. El texto como generador de vida

Otra contribución importante de los ciclos de cuentos popu¬lares árabes a Cien años de soledad, es el concepto subyacen¬te de que la literatura es un instrumento generador de vida, contenida principalmente en la memoria, oral y auditiva por natu¬raleza como todas las literaturas populares, con más énfasis en su fúnción lúdica y como fuente de entretenimiento, aunque tam¬bién exhiba cierta intención pedagógica. En Cien años de soledad el texto es el último y determinante catalizador de vida, ya que la existen¬cia del mundo creado depende de la realización de ese texto. Los pergaminos de Melquíades no son la novela que leemos como Cien años de soledad, pero su existencia dentro de la fic¬ción es lo que informa la novela misma.

Volviendo a la cita inicial de la sección dieciocho, recor¬demos que el conocimiento de Aureliano Babilonia empieza por la literatura, aprendiéndose de memoria "las leyendas fantásticas del libro descuadernado", en forma inversamente proporcional a la manera en que "había leído de la primera página a la última, como si fuera una novela, los seis tomos de la enciclopedia."(447-8) Con esta inversión de los medios de realización del material discursivo, Aureliano Babilonia recobra para la memoria el mundo literario, restaurándolo así a su condición original; esto es, a un texto compuesto por unidades mnémicas, pre-semióticas. En ese sentido el último Aureliano es homólogo de Scherezada, deposita¬rio memorioso del contenido narrativo y dispositivo de realiza¬ción del discurso literario. En ambos casos la existencia físi¬ca depende de la transformación del recuerdo de la historia en acto de comunicación narrativa, y es en la realización de este fenó-meno de comunicación semiótica que depende la vida. La rela-ción entre Aureliano y Scherezada es inversamente proporcional, ya que su perdición y su salvación respectivamente, depende de otro texto: los pergaminos de Melquíades y las diferentes histo¬rias de Las mil y una noches.



2.3. Las pericias del Imán

Otras influencias de Las mil y una noches en Cien años de soledad son más particulares y evidentes, y me llama la atención que en el vasto material crítico aún no hayan sido consignadas. Uno de los pasajes más famosos de Cien años de soledad es el que se refiere a la primera llegada de los gitanos a Macondo:

"Pri¬mero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostra¬ción pública de lo que él llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tena¬zas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la deses¬peración de los clavos y los torni¬llos tratando de desenclavarse, y aun los objetos per¬didos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbanda¬da turbulenta tras de los fierros mágicos de Melquía-des."(71-72)

Esta escena fundamental de Cien años de soledad, que establece el tono mágico y exagerado que habrá de dominar toda la obra e in¬troduce uno de los más importantes leit-motif de la novela, tiene sus fuentes en un pasaje de Las mil y una noches. La historia del tercer saalik relata que habiéndose embarcado para conocer tierras lejanas, perdieron el rumbo y pidieron al vigía que su¬biera al mástil a observar el mar. Cuando hubo bajado el vigía contó: "A estibor he visto peces en la superficie del agua y, más lejos, entre las olas, una cosa que a veces parecía blanca y otras negra."(I: 128) El Capitán le explicó al tercer saalik el significado de aquella visión:

"Mañana llegaremos a una montaña de rocas negras, lla¬mada Montaña del Imán, contra la que nos llevará la fuerza del agua. Y nuestra nave va a despedazarse, pues volarán los clavos, atraídos por la montaña, hasta adherirse a sus laderas, ya que Alá, el Altísimo, dotó a esa montaña de una secreta virtud que la hace atraer todos los objetos de hie-rro... Y así fue, en efecto: apenas amaneció, nos encontramos muy cerca de la monta¬ña de rocas imantadas, a la que nos empujaban violenta¬mente las corrientes marinas. Y cuando las diez naves se encontraron más cerca, los clavos se desprendieron y empezaron a volar hacia la montaña, lo mismo que cuan¬tos objetos de hierro había a bordo, que fueron a adhe¬rirse a la montaña. Los barcos se abrieron y todos caímos al mar.(I: 128-129)

La evidente similitud entre ambos pasajes revela una morfo¬logía común, y se puede ver cómo García Márquez ha echado mano del material de esta historia para incorporarlo, de manera origi¬nal y única, a la historia de Macondo. En ambos casos el fenóme¬no magnético se percibe como un atributo mágico y sobrenatural, más allá de toda explicación racional. La justificación que los personajes aportan refleja de manera clara los elementos funda¬mentales de ambas obras: en Cien años de soledad este fenómeno sirve para introducir la concepción animista del mundo que habrá de dominar toda la novela; en Las mil y una noches el mismo fenó¬meno revela la importancia del espíritu fundamentalista islámico que caracteriza en general el tono de la obra. La presencia de estos dos pasajes revela, tanto por su contenido como por su función, la persistente influencia que Las mil y una noches ha ejercido en Cien años de soledad.



2.4. La magia de los números

Un elemento característico tanto de Cien años de soledad como de Las mil y una noches, es el uso simbólico y a menudo hermético de los números. En ambas obras hay un espíritu de exac¬titud que a menudo lleva al narrador a proporcionar datos numéri¬cos exactos sobre determinados acontecimientos. El caso más evi¬dente se refiere al título de las obras, especialmente cuando consideramos que sendos títulos no son dictados por un cómputo exacto inherente al discurso narrativo, sino por una percepción transliteraria de dicha cifra. El período narrado por García Márquez sobrepasa en mucho los cien años, pero el autor optó por una cifra cerrada por razones estéticas y estilísticas. La divi¬sión en noches sugeridas por el título de Galland es tam¬bién una división hasta cierto punto arbitraria, que tiene que ver más con la concepción mágica de la obra, que con la estruc¬tura discursiva en sí.

Los ejemplos textuales de la relación numérica son abundan¬tes en ambas obras. Uno de los más reconocidos en Cien años de soledad es el que se refiere a las lluvias: "Llovió cuatro años, once meses y dos días."(388) El dato exacto y la precisión mate¬mática aportan un sentido de verosimilitud a la obra, demostrando que el narrador está en control de la situación, pero al mismo tiempo proporciona una nota irónica por la desproporción del dato en sí. Este mismo efecto se puede ver en relación al número de muertos en la masacre de la compañía bananera. Al principio José Arcadio Segundo no estaba muy seguro del número de muertos: "De¬bían ser como tres mil..."(381) le dijo a la mujer que le había dado café. Cuando Aureliano Segundo quitó el candado buscando a alguien con quien conversar mientras pasaba la lluvia, José Arca¬dio Segundo lo recibió con una afirmación: "Eran más de tres mil... Ahora estoy seguro que eran todos los que estaban en la estación."(387) Finalmente, un nueve de agosto, momentos antes de morir, José Arcadio Segundo le dijo a Aureliano Babilonia: "Acuérdate siempre de que eran más de tres mil y que los echaron al mar."(427) La importancia del dato numérico se ve en Cien años de soledad desde la primera página: "Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava..."(71) Y más adelante el narrador nos dirá: "En pocos años Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes."(80) Otro dato de este estilo puede encontrarse en la relación de la travesía que terminó con la fundación de Macondo.

"En su juventud, él y sus hombres, con mujeres y niños y animales y toda clase de enseres domésticos, atravesaron la sierra buscando una salida al mar, y al cabo de veintiséis meses desistieron de la empresa y fundaron Macondo para no tener que emprender el camino de regreso."(82)

Durante la travesía nació José Arcadio:

"A los catorce meses, con el estómago estragado por la carne de mico y el caldo de culebras, Ursula dio a luz un hijo con todas las partes humanas."(96)

El número de los fundadores de Macondo lo sabremos la noche de la inaguración de la nueva casa, cuando después de que Melquíades compuso la pianola lo mejor que pudo, nos dice el narrador:

"los porfiados descendientes de los veintiún intrépidos que desentrañaron la sierra buscando el mar por el occidente, eludieron los escollos del trastrueque meló¬dico, y el baile se prolongó hasta el amanecer."(139)

En manera análoga, el día de su muerte, el hilo de sangre que le salió del oído derecho llegó a la cocina, después de rocorrer medio pueblo, "donde Ursula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan."(209) Otro ejemplo memorable lo proporciona la descripción del coronel Aureliano Buendía al principio de la sección seis:

"El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo dieci¬siete hijos varones con diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola no¬che, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y un pelotón de fusilamiento..."(179)

Un poco más adelante el narrador va a desmentir este dato cuando una mujer muy bella lo visita en su campamento de Tucurinca con la intención de matarlo. El coronel Aureliano Buendía presiente el peligro y toma la pistola que estaba en la gaveta:

"Cuando se volvió con la pistola montada, la muchacha había bajado la suya y no sabía que hacer. Así había logrado eludir cuatro de once emboscadas."(202)

Al igual que su padre cuando inició la travesía de la sierra, el coronel Aureliano Buendía había salido de Macondo con veintiún hombres:

"De los veintiún hombres que lo siguieron en la guerra, catorce murieron en combate, seis estaban heridos, y sólo uno lo acompañaba en la hora de la derrota final: el coronel Gerineldo Márquez."(198)

Otro ejemplo de la forma en que el narrador usa el dato numérico lo vemos cuando al firmar el armisticio de Neerlandia llega el tesorero de la revolución:

"Había hecho un penoso viaje de seis días, arrastrando la mula muerta de hambre, para llegar a tiempo al ar¬misticio. Con una parsimonia exasperante descargó los baúles, los abrió, y fue poniendo en la mesa, uno por uno, setenta y dos ladrillos de oro."(254)

En la historia del San José de yeso podemos encontrar otros datos interesantes. Después de que se despedazó en el suelo des¬cubriendo el capital que tenía en su interior empezaron las ave¬riguaciones:

"«Lo trajeron tres hombres», explicó Amaranta... En los últimos tiempos, Ursula le había puesto velas y se había postrado ante él, sin sospechar que en lugar de un santo estaba adorando casi doscientos kilogramos de oro... Escupió el espectacular montón de monedas, lo metió en tres sacos de lona, y lo enterró en un lugar secreto..."(270)

Algunos números aparecerán relacionados con Fernanda. Se casó "en una fragosa parranda de veinte días,"(279) aunque no fuera su estilo. "Había nacido y crecido a mil kilómetros del mar... [donde] Treinta y dos campanarios tocaban a muerto a las seis de la tarde."(282) Y debido a una serie de impedimentos "su anuario útil quedaba reducido a 42 días desperdigados en una maraña de cruces moradas."(285)

La competencia de comida entre La Elefanta y Aureliano Se¬gundo le da la oportunidad al narrador para echar mano una vez más de este tipo de enumeración:

"Al despertar, se bebió cada uno el jugo de cincuenta naranjas, ocho litros de café y treinta huevos crudos. Al segundo amanecer, después de muchas horas sin dormir y habiendo despachado dos cerdos, un racimo de plátano y cuatro cajas de champaña..."(332)

La longevidad de algunos personajes es un elemento definidor en Cien años de soledad, y con este elemento aparecerá también el dato numérico, similar a los que he mencionado con anterioridad. "Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años..."(127) Con referencia a Ursula, el día en que la encontraron muerta, dice el narrador:

"La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años."(416)

El último ejemplo lo ofrece Pilar Ternera, donde los cinco amigos fueron después de que Alvaro llegó con la noticia de El Niño de Oro:

"...un inmenso salón al aire libre, por donde se pasea¬ban a voluntad no menos de doscientos alcaravanes que daban la hora con un cacareo ensordecedor."(468)

Su administradora y propietaria, Pilar Ternera, era tan vieja que:

"Años antes, cuando cumplió los ciento cua¬re¬nta y cin¬co, había renunciado a la perniciosa costum¬bre de lle¬var la cuenta de su edad..."(469)

La hora del día también va a jugar un papel importante en Cien años de soledad y confirma la incidencia del narrador en el dato numérico. Véase por ejemplo la noticia sobre el nacimiento de Amaranta: "Un jueves de enero, a las dos de la madrugada, nació Amaranta."(103) Gran parte de las referencias a Melquíades están marcadas por el mediodía, pero en general las referencias cronológicas de Cien años de soledad son más bien ambiguas e imprecisas.

En Las mil y una noches se encuentra este sentido mágico, casi sagrado, de los números. En la "Historia del tercer saalik" por ejemplo, encontramos la descripción del castillo al que lle¬gó:

"La puerta principal, de oro macizo, tenía a ambos lados¬ noventa y nueve puertas de maderas preciosas, de áloe y de sán¬da¬lo... En cuanto llegué a la habitación me en¬contré frente a cua¬renta muchachas de sorprendente belleza."(I: 139)

En la "Historia de Dulce amiga" se describe el Palacio de las Delicias diciendo: "Todo el edificio lo formaba un inmenso salón con ochenta ventanas..."(I: 280) Harún-Al-Raschild y su acompa¬ñante, en la "Historia del falso califa", vieron en la barca que navegaba en el Tigris "doscientos mamelucos de pie, alineados a ambos lados del barco..."(II: 795) En la "Historia del pastel hilado con miel de abejas y de la esposa calamitosa del zapatero remendón", Maruf, provisto del anillo mágico "...vio aparecer al instante doce mancebos muy hermosos..." y más adelante: "Al mo¬mento aparecieron ante Maruf los mil camellos y mulas cargados con los objetos indicados..."(II: 449) En la "Historia del joven amarillo" Harún-Al-Raschid llegó a un palacio donde en la sala "se encontraban sentadas cien muchachas en cien sillas de oro..."(II: 465) Los ejemplos del uso de este tipo de informa¬ción numérica abundan en Las mil y una noches, y considero inne¬cesario multiplicar las citas. Es fundamental, sin embargo, en¬tender que este tipo de recurso estilístico, común también a la literatura folclórica y popular, juega un papel primordial en la composición de la estructura narrativa. Como se puede obser¬var en ambas obras, el dato numérico sirve para establecer cierto grado de objetividad y verosimilitud, afirmando de esta manera, la "realidad" de la historia. Por otro lado se puede ver el valor estético de este tipo de información que le imprime a la narra¬ción un sentido de desmesura, que a su vez revela la exis¬tencia de un mundo fantástico, superior en sus dimensiones al mundo cotidiano.