Tuesday, July 17, 2012

El Perú profundo

Saliendo de Arequipa hacia el oeste se llega a la reserva nacional de Salinas y Aguada Blanca, al valle del río Colca, y al famoso cañón del Colca, que en su parte más honda llega a tener 3600 metros de profundidad, el doble del Gran cañón del Colorado. Ahora estamos hablando del Perú profundo, del Perú rural, pobre y abandonado, del Perú indígena donde todavía se conserva la lengua, donde se trabajan las terrazas de los tiempos incaicos y preincaicos, donde se vive en condiciones muy similares a las que se vivían antes de la llegada de los españoles, y donde los trajes típicos y las comidas tradicionales siguen siendo un elemento importante del imaginario cultural. Este es el Perú de altura, el Perú de la Sierra, el Perú indígena. Para José Carlos Mariátegui, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, este era el Perú auténtico. Para muchos peruanos este es un Perú destinado a desaparecer, un Perú que hay que esconder, que hay que blanquear. Cuando le pregunté a una persona en Arequipa si la población era mayoritariamente quechua o aimara, me contestó airosa, “castellana”. Este ha sido un dilema importante en toda América Latina. El mismo Miguel Ángel Asturias, quien escribió ese monumento de la novela maya llamado Hombres de maíz, en su tesis doctoral había propuesto que la solución al problema del indio era la importación de europeos que mejoraran la raza. Por tanto no es un problema propio del Perú ni de los peruanos. Los países latinoamericanos que no tienen población indígena es porque la aniquilaron. El genocidio que se dio en Argentina y Uruguay, en Cuba y en República Dominicana, y en toda América Latina en general en los siglos XVI y XVII fue peor que el Holocausto judío en la Alemania nazi. Pero volvamos al Perú profundo.


La inmensidad de la cordillera de los Andes en esta parte de sus múltiples versiones es árida y agreste. Los altos picos se combinan con suaves colinas, surcadas de grietas profundas. Es el rostro de un viejo en cuyas arrugas se puede ver la sabiduría y la belleza. La imponente hermosura de sus pampas que parecen no tener fin, la roca viva que como decía Violeta Parra, “es puro mineral”, y la vegetación esmirriada, los chaparrales de altura. Aquí crece la papa que le dio a occidente su principal alimento. Sin la papa no hubiera sido posible la revolución industrial, ya que fue gracias a este tubérculo que la Inglaterra del XIX pudo llevar a cabo la gran transformación que cambió el mundo. La papa permitió alimentar a millones de europeos de forma barata y práctica, y la papa ha permitido a estas gentes sobrevivir los fríos inviernos a base de chuño o papa deshidratada, y charqui o carne deshidratada. Cuatrocientas variedades de papas de todos los colores y tamaños sirven de base a la dieta andina. Aquí se crían también los camélidos: la vicuña y el guanaco, la llama y la alpaca. Bellos y dulces animales que no sólo proveen carne y proteínas, sino también abrigo para el inclemente frío, bestia de carga para aliviar el trabajo de las espaldas del indio, y deidad menor del panteón indígena. En menores alturas se da en abundancia la coca, hoja mágica y milagrosa que permite resistir las inclemencias de la vida, aguantar la sed y el hambre, sobrevivir al cansancio y al mal dormir. La coca está presente en la vida de los indígenas desde el nacimiento hasta la muerte. Cura el cólico de los bebés, en mate calma los dolores de la menstruación, mascado o charchado acompañará al adulto toda su vida, y será parte de las ofrendas y los rituales en cada celebración social y religiosa.

En estos días se celebra el Inti Rayni, la principal celebración religiosa a Inti, el dios sol. Desde el 21 de junio, solsticio de invierno en el hemisferio sur, hasta el 8 de julio, los diferentes pueblos andinos celebran de maneras diferentes al rey del panteón humano: el dios sol. La principal celebración se da en Cuzco, capital del imperio incaico, con trajes de gran colorido, representaciones cuasi teatrales, y 180,000 turistas haciendo el papel del pueblo inca. Pero en todos los pueblos y caseríos se dan las verdaderas celebraciones, los rituales sincréticos donde los elementos del rito católico a menudo se superponen a la tradición ancestral incaica. Por ejemplo, en Yanque, un pequeño pueblo del valle del Colca, la iglesia católica, pobre y sencilla, está llena de motivos indígenas. El altar mayor es un bello ejemplo de barroco americano, totalmente cubierto de pan de oro, el Cristo doliente tiene facciones incaicas, los cuadros de la Virgen que adornan las paredes laterales pertenecen a la escuela del Cuzco y visten trajes de cholas. Los espejos, las llamas, las montañas, el cóndor, todos los elementos indígenas se mezclan con los motivos católicos judeo-cristianos formando el sincretismo propio y único del altiplano andino. Aquí se celebra el día de San Juan, 24 de junio, con muchos elementos que nos recuerdan el Inti Rayni. El día de San Pedro y San Pablo se mezcla con elementos que los curas consideran “paganos”, y así sucesivamente, el santoral católico se ve salpicado del sustrato religioso prehispánico.

Para mí este es un mundo fascinante. Un mundo en extinción, un mundo que cada día se ve más relegado a los museos y a los libros de antropología. El indígena que bailaba para nosotros las danzas regionales del valle del Colca llevaba bajo el poncho un pantalón Adidas. Chivay, la ciudad principal de este valle con su propio microclima, cobra 30 dólares a los turistas por entrar al pueblo. El actual alcalde parece que no está invirtiendo bien estos recursos y para el lunes 2 de julio había paro general. En fin, el mundo del Perú profundo es complejo y difícil de entender para los que ignoramos su teosofía. Las desinencias del quechua por ejemplo, son más ricas que las del español y las del inglés, de forma que las sutilezas que se pueden expresar en quechua con respecto a la tierra son ajenas al español y totalmente ininteligibles para cholos y burgueses. El aimara tiene tres dubitativos cuando en español tenemos dos, por eso se dice que es mejor negociar con un burro que con un aimara. Querid@s amig@s, dejo esta crónica para ir a explorar el lago Titicaca.

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